“Pero persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús” (2 Timoteo: 3:14 -15).
El apóstol Pablo envía dos cartas al joven pastor Timoteo. En ellas se dirige a él, como a su amado hijo, guiándole y aconsejándole en el camino del Señor. Aún había mucho por aprender pero ya, los cimientos estaban puestos por su madre y su abuela, dos mujeres piadosas que amaban a Dios.
El apóstol amaba a Timoteo y deseaba verlo nuevamente. En el recuerdo que de él tenía y de su fe sincera, le era imposible no asociar lo que había visto en su abuela y madre: “Trayendo a la memoria la fe no fingida que hay en ti, la cual habitó primero en tu abuela Loida, y en tu madre Eunice, y estoy seguro que en ti también” (2 Timoteo 1:5).
Ellas fueron las encargadas de transmitirle las Sagradas Escrituras desde su más tierna infancia. No debemos pensar que nuestros hijos son muy pequeños y aún no entienden. No olvidemos que cuando María, la madre del Señor, fue a visitar a su parienta Elisabet en su sexto mes de embarazo (de Juan el Bautista), al saludarse sucedió lo siguiente: “Y aconteció que cuando oyó Elisabet la salutación de María, la criatura saltó de alegría en su vientre; y Elisabet fue llena del Espíritu Santo […] Porque tan pronto como llegó la voz de tu salutación a mis oídos, la criatura saltó de alegría en mi vientre” (Lucas 1:41 y 44). Y así, nuestros pequeños, deben aprender a amar al Señor desde nuestro vientre. No subestimemos nada y usemos cada oportunidad y recurso que el Señor nos da.
Estas mujeres eran judías que habían creído en Cristo como el Mesías, el Salvador prometido por Dios y de quien las Escrituras daban testimonio. El padre de Timoteo era griego, lo encontramos en Hechos 16:1-2: “Después llegó a Derbe y a Listra; y he aquí, había allí cierto discípulo llamado Timoteo, hijo de una mujer judía creyente, pero de padre griego; y daban buen testimonio de él los hermanos que estaban en Listra y en Iconio”.
La cultura griega era totalmente opuesta a la fe que ellas profesaban con tanta fidelidad. Adoraban falsos dioses y creyendo en filosofías y pensadores de ese tiempo. El casamiento con personas no judías era contrario a la ley de Dios, entonces podemos suponer que contrajo matrimonio antes de conocer al Señor. Ahora, era temerosa del Señor y se conducía obediente a sus mandatos, dando testimonio con su vida y la de su madre.
En esto podemos ver, qué importante es buscar la voluntad del Señor al momento de decidir con quién casarse. Esperar en Dios es la decisión más sabia y que traerá gran bendición, ahorrando grandes dolores en el futuro. Su Palabra nos dice así: “La bendición de Jehová es la que enriquece, y no añade tristeza con ella” (Proverbios 10:22). No debe tomarse livianamente algo que será tan trascendental y para el resto de la vida, como Dios lo establece en su Palabra.
Estas cartas fueron muy valiosas para Timoteo, llenas de sabios consejos, pero también para nosotras hoy. Cada Palabra de la Biblia es un mensaje de Dios para su Iglesia amada. Como escribió el apóstol Pablo: “Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia” (2 Timoteo 3:16).
¡Cuánta riqueza encontramos en su Palabra! Ella es fuente de sabiduría para los asuntos de la vida. Y tanto Loida como Eunice, lo habían comprendido así. Aunque eran tiempos muy difíciles para los cristianos: persecuciones, cárceles y en muchos casos la muerte, también había muchos falsos profetas y engañadores que torcían la Palabra del Señor. A pesar de todo esto, ellas amaban a Dios. El Camino de la verdad, Jesús, les había sido revelado y una preciosa tarea les fue encomendada: enseñar al pequeño Timoteo la Palabra de verdad, pura, no contaminada, ni adulterada.
Mujeres de bendición
Podemos ver a esta mamá y abuela, llenas del Espíritu de Dios y del conocimiento de su Palabra. Timoteo no necesitaba fábulas o interpretaciones personales. Un llamado especial estaba sobre su vida: pastorear la Iglesia del Señor. Todas esas corrientes de ese tiempo podían llegar a desviarlo. No debía ser un inexperto en la Palabra. Hoy también existen los mismos peligros, falsas doctrinas, falsos hermanos, un mundo cada vez más alejado de Dios. Jóvenes con adicciones, llevando vidas licenciosas y desperdiciadas en drogas, alcohol y sexo.
Quizá no todos los hijos tengan un llamado para pastor, pero sí para seguir al Señor. Una eternidad depende de que ellos puedan comprenderlo. Ellos no heredan nuestra fe, tienen que ser conscientes de que necesitan un Salvador y tener la necesidad de un encuentro personal con Él.
Por todo esto tan importante, no podemos descuidarnos, debemos poner toda diligencia en conocer más de Dios, vivir vidas que lo honren. Seguirlo y servirlo. Entender, primeramente nosotras, la importancia que esto tiene y así poder ser ejemplo para nuestros hijos. No vivir vidas infructuosas, Dios no nos quiere ociosas y sin fruto, centradas en nosotras, sino buscando el bienestar de nuestra familia. Sin egoísmos. Hacendosas, activas en los deberes domésticos. Ser madres presentes, hoy esto se ve poco. Es importante tomar un tiempo y dedicarlo a la familia.
Es importante el esfuerzo en todo lo que hacemos. Esto también debemos transmitir a nuestros hijos para que ellos también aprendan a ser diligentes, serviciales y no como dice Proverbios 10:5b: “El que duerme en el tiempo de la siega es hijo que avergüenza”.
Seamos para ellos ejemplo de mujeres de Dios, esforzadas y valientes, que se ocupan de sus tareas; responsables. Miremos a la mujer virtuosa de Proverbios 31: “Con voluntad trabaja con sus manos” y “Ciñe de fuerza sus lomos, y esfuerza sus brazos”. ¡Qué precioso ejemplo de amor y dedicación para con los suyos! Es una mujer fuerte en Dios. Hay sabiduría en esto. “La mujer sabia edifica su casa; mas la necia con sus manos la derriba” (Proverbios 14:1).
Además, tenemos la firme promesa de Dios, que Él nos dará la fuerza y la ayuda que necesitamos: “No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu Dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia” (Isaías 41:10).
Sin ningún temor podemos abocarnos a llevar a cabo lo encomendado por Dios. Él estará con nosotras, no estamos solas cuando hacemos su voluntad, tenemos su respaldo.
Seamos ejemplo
Pero aún hay más, quizás ya no tienes niños a quienes enseñar y piensas: “Bueno, esto no es para mí”. Sin embargo, no debes olvidar que Loida era su abuela. En el Señor siempre podemos ser útiles y prestar un servicio honroso, aún a los nietos, instruyéndolos en el camino de Dios.
Todo lo que hacemos para el Señor tiene su fiel recompensa. No es tiempo perdido, sino invertido en Dios para la eternidad. Hacemos tesoros en los cielos. Hay aún mucha tarea por hacer.
Mira lo que el apóstol Pablo escribe a Tito en su epístola: “Las ancianas asimismo sean reverentes en su porte; no calumniadoras, no esclavas del vino, maestras del bien; que enseñen a las mujeres jóvenes a amar a sus maridos y a sus hijos, a ser prudentes, castas, cuidadosas de su casa, buenas, sujetas a sus maridos, para que la palabra de Dios no sea blasfemada” (Tito 2:3-5). ¡Qué valiosa tarea les es encomendada! Es edificar juntamente, con el Señor, familias que con su forma de vivir adornen la gracia del Señor. Todas podemos ser útiles en los caminos y propósitos de Dios.
Estas dos mujeres, Loida y Eunice, quedaron grabadas para siempre como ese hermoso ejemplo que marcó al joven Timoteo y eso fue elogiado por el apóstol Pablo.
La Biblia nos muestra claramente, la importancia de disponernos en las manos del Señor, siendo ejemplo de vidas rendidas a Dios, siendo ejemplo de una fe sincera, no fingida, ejemplar.
No importa la situación, no importa tu edad. Siempre es un buen momento para hacer la voluntad de Dios y llevar a otros también para cumplirla, empezando por nuestra casa.
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